jueves, octubre 18, 2007

El paraíso y el infierno

Huyendo del cáncer de la religión católica creando metástasis en todas las cuestiones civiles, del Sistema Injudicial español que condena a dibujantes de cómics y quemadores de papel fotográfico, y excarcela a violadores no rehabilitados (lo sé, es un tema obsesivo en mí), con escaso orgullo español fui a buscar otro mundo y me largué a Croacia y Bosnia. Quería averiguar qué huellas quedan de aquella guerra que nos sorprendió a todos, que nos hizo ver por primera que el infierno no estaba circunscrito a los países del inframundo (que es en el fondo lo que todos pensamos que es el tercero), y me encontré un país reconstruido y un silencio enterrado que hace presagiar que la historia se repetirá. Vi miedo, miedo a ofender, miedo a que cualquier chispa lanzada involuntariamente vuelva a encender el polvorín. No puedo imaginar lo que fue aquella guerra, lo que son todas las guerras (afortunadamente), pero sé del tema lo suficiente para entender esta posición aunque no para compartirla. La herida de ese país es aún más profunda, si cabe, que la de la Guerra Civil española, y estas heridas no se curan aplicando vendas que las escondan. De todas maneras, no soy nadie para dar lecciones a los habitantes de otros países, hay personas más capacitadas y formadas que yo aunque nadie está autorizado para meterse donde no le llaman (alqo que, volviendo a la Iglesia, sus gerifaltes deberían recordar). Pero personalmente y sin tener un conocimiento profundo del tema, lo que se hizo en Sudáfrica me parece una buena idea.

También encontré un paraíso, un lugar donde el ladrillazo no ha llegado (esperemos que no lo haga nunca). Acantilados, playas solitarias, barcas ancladas en el atardecer, casitas y tabernas de pescadores mirando hacia la miríada de islas que salpican las costas, como sucursales cercanas del cielo. La vocación marinera de esos países, que no conocía, me ha sorpendido y encantado. Recuerdo, entre otras cosas, Dubrovnik, con una belleza que trasciende sus murallas; Mostar, encanto oriental y ribereño, con sus pequeños resturantes escalando por las laderas de la cuenca del Neretva; Split, con el infinito paseo marítimo y las ruinas integradas en la ciudad; Ston y Mali Ston, la minimuralla china y los locales donde se puede comer con las olas rebotando en los dedos de los pies.


Vaya conceptos. Paraíso, infierno... Ya es la segunda vez. ¿Acaso la religión católica ha conseguido apoderarse de mi agnóstico cerebro tras largos años intentándolo? Quizá no debería escuchar tanto la COPE. Estoy por hacerme monárquica y todo, o mejor, pedir a Juanca que abdique en Felipito, que parece ser que es lo que preconiza la emisora citada (o eso creo; quizá tampoco la escuche tanto: tengo el estómago demasiado delicado para oír según qué cosas). En cualquier caso, por si no existen esos lugares cuyos conceptos se han apoderado recientemente de las entradas de mi blog por culpa de la propaganda conservadora, últimamente estoy pensando en elaborar una lista de cosas que debería hacer antes de morirme, e irlas tachando, y así vivir un pequeño sucédaneo del cielo en la tierra. Esta lista tendrá, además, una doble función, pues me ayudará a enfrentarme a mis fantasmas, ya que la mayoría de esas cosas requieren que, por una vez, anteponga mis deseos al sentir general. Aquí van. Algunas son un poco chorras, aviso.


-Actualizar este blog con un poco más de asiduidad (ja, ja, ja)
-Leer todas las revistas izquierdosas a las que estoy suscrita y mis emails atrasados

-Seguir escribiendo novelas (tengo ideas para por lo menos siete, de verdad)

-Hacer un curso de diseño, otro de guitarra, otro de buceo, aprender capoeira y danza del vientre...

-Hacerme un book fotográfico (mi lado superficial ha hablado)

-Seguir viajando...

Por el progreso de esta entrada, veréis si voy cumpliendo estos objetivos. Si os interesa claro. Ah, e iré añadiendo más temas a esta lista a medida que las recuerde. Y ahora os dejo, queridos míos: voy a soñar un poco con mi nuevo paraíso perdido, ya que siempre se dice que a ellos no se debe regresar... Por cierto, la imagen es una muestra de algunos de los artículos que se venden en el bazar de Mostar. Muy pragmático. Y muy significativo.

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