jueves, agosto 24, 2006

En el vuelo de la vida también hay psicosis aérea

Supongo que no invento la sopa de ajo si afirmo que la psicosis aérea de atentados que nos han estado insuflando los últimos días no se la creen ni quienes la han creado. Vamos, no quisiera pecar de prepotente, haciéndoos pensar que toda la verdad está en mi posesión, pero me resultan muy sospechosas las tramas teroristas británicas, alemanas, estadounidenses y demás, sobre todo por su oportunidad, al coincidir en el tiempo con bajada de popularidad de líderes justamente cuando más la necesitan y justificación de guerras imperialistas y con intereses más económicos y geoestratégicos que de sacrosanta lucha contra el moro infiel y malvado (lo siento, eso de la cruzada contra el terrorismo islámico sí que no se lo cree ya nadie, aquí sí que no descubro la ley de la gravedad).

Otros artículos interesantes al respecto que me he mirado últimamente serían Sionazismo, de Carlo Frabetti (http://www.lahaine.org/index.php?blog=3&p=16447) y Londres, terrorismo ficiticio guerra real (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36539); sobre el tema de la psicosis aérea, Quien siembra vientos de sospecha cosecha tempestades de histeria, un artículo publicado en El País el día 22 de agosto y que he encontrado en la página web del PSUC-viu con un pequeño comentario (http://www.psuc.org/article1107.html). En esta misma página, también es muy interesante Terrorismo eres tú (http://www.psuc.org/article1100.html). Y es para estas cosas, y para el resto, para qué nos vamos a engañar, prefiero contrainformarme, pues los medios de comunicación convencionales (salvo honrosas excepciones, la mayoría de ellas localizadas en El País, a pesar de todos sus defectos), sobre todo los televisivos, cada vcez me parecen perpetradores de ficción más patéticos. No sé porque los canales de televisión se molestan en emitir películas y series.

Pero cambiemos de tercio: si la vida es un viaje, una travesía, un vuelo, también estoy psicótica aérea yo. Mi temor no es a los atentados terroristas precisamente; mi temor es más bien a que yo misma, en una especie de ataque de desdoblamiento de la personalidad, acabe atentando contra mí mismo, o mejor dicho, contra mi propia vida. ¿Que no os pensabáis que estuviera tan loca? Me explico: desde muy jovencita estoy convencida que somos nosostros mismos los principales artífices de los desastres de nuestra vida, de nuestro fracaso. Las razones son, sobre todo, el miedo (algo de ese tema se tocaba en el último de los artículos citados anteriormente), y también, quizá sobre todo, las normas inculcadas, esas que se inventaron para combatir ese mismo miedo primigenio y que ahora sólo nos impiden que seamos libres, que seamos nosotros... No hay nada más difícil que ser tú mismo, que hacer lo que buenamente crees que es lo más correcto y conveniente; vamos, o al menos así lo es para mí, y después de todo no creo ser tan rarita.
Hablemos de mi caso concreto, pues. ¿Recordáis que os hablé en una entrada anterior que comenzaba un nuevo trabajo por motivos más alimenticios y amistosos que por otros? A pesar de todo, confiaba con llevar a cabo mis aspiraciones: mi novela-Sagrada Familia (la llamo así no porque tenga nada de santa, más bien todo lo contrario, y menos de familiar, sino porque si sigo así se va a terminar antes el templo expiatorio de Gaudí, y eso que por lo que veo desde mi ventana, pues trabajo al lado, aún les quedan un par de siglos), y mis viajes (viajes de solidaridad, conocimiento y documentación novelística...) algún día. Ya veis que pido poco.

Pero no.

Ha sucedido algo que pone en peligro todos estos sueños, sino es que los invalida completamente. Algo que no estaba previsto, y contra lo cual incluso y a pesar de todo me prevení cuidadosamente. Algo que en absoluto es una desgracia, pero sí un cierto obstáculo. Y un shock. Desde luego, un shock.

No puedo clamar contra la fortuna, o la fatalidad: sería cobarde e inútil. Sí puedo hacerlo contra mí misma, por no haber sido, cuando aún tenía tiempo, lo suficientemente valiente para enfrentarme a todos a los que teóricamente tenía que contentar haciendo lo que se supone (lo que ellos suponen, quiero decir) que era lo correcto. Para enfrentarme a mis propios temores de no ser 'una buena niña...' Estoy muy enfadada. Conmigo. Con esas personas que me vendían que todo lo hacían por muy bien y que se ha demostrado que no tampoco engañan a nadie, excepto a ellas mismas (¡realemente se lo creen! El egoísmo necesita excusas para no reconocerse a sí mismo). Mi carácter ha empeorado. Veo que irremisiblemente rozo los límites de la frustación. De ese punto más allá del cual lasciate ogni speranza voi ch'entrate (no sé si lo he escrito correctamente, tengo el italiano renacentista algo oxidadillo).
Bueno, los viajes no se han acabado del todo, al menos de momento: en septiembre me iré casi un mes a Venezuela, a colaborar con una ONG; no es el lugar que yo hubiera elegido (a pesar del camarada Chávez) ni mi proyecto preferido, pero es lo máximo a lo que he podido aspirar teniendo en cuenta mi desgraciada afición por lo políticamente correcto en el plano familiar y laboral. De todas maneras, allá voy. Aquí os cuelgo una fotillo paradisíaca de ese precioso país que será quizá el último que visite antes de que me salgan canas... Ay, no, ni entonces, porque será cuando mis hijos me dejen a los nietos para que ellos sí puedan viajar y hacer su vida...

Espero que sean más listos que yo.

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