martes, julio 25, 2006

Liberación femenina y elogio de la cabronería

Estoy inmersa en la rutina de las chicas trabajadoras: jornada laboral de 24 horas y un enorme corte de mangas ante las narices de los sindicalistas que lucharon por las famosas ocho, y ante las ingenuas primeras feministas.

Porque, ¿cómo se puede liberar a la mujer si antes no se "deslibera" al hombre? ¿Cómo explicarle al coleguilla masculino de turno, novio amigo compañero marido padre hermano es igual, que si hay una mota de polvo encima de la cajonera, trabajando ambos la misma cantidad de horas, no tiene por qué ser necesariamente culpa de una? Chicas, si tenéis alguna fórmula mágica, explicadla, porque yo ya no sé cómo decirlo. Y lo peor es que están ya comenzando a convencerme: pronto me veréis con camisetas blancas y amarillas en el encuentro valenciano de las superfamilias con el Benedicto 16 de las narices y echando una solicitud para que me admitan en el PP, con mi traje chaqueta de Armani. Claro que la alternativa es que les enviemos a todos a la mierda y vivamos solas, haciendo todo el día lo que nos salga del mismísimo higo y, cuando necesitemos algún desahogo, a echar un polvillo rápido sabatino-nocturno o a alquilarnos una porno. Pero luego se ponen tan pesados llamando por teléfono a tu casa a las horas más intempestivas que por no oírlos vuelves, y otra vez la misma rutina. De todas manera, estoy pensando seriamente que para la próxima vez tal vez decida mejor tirar el ordenador por la ventana, acompañado de móviles, fijos y módems varios, y volver a la bendita era de la incomunicación. O irme a una isla desierta a comer cocos.

Bueno, todo este rollo no viene porque me han nombrado responsable de Mujer y Políticas de Igualdad de mi partido en mi pueblo, aunque supongo que algo influye; viene de mí misma, que estoy a punto de desbordar ya el agua de mi vaso hinchado de gotas. Y eso que mi situación no es de lejos tan mala como la de mis amigas separadas y con niños, cobrando la simbólica mierda que ahora llaman sueldo decente (femenino, claro), con un ex que no se implica ni en cuanto tiempo ni en cuanto a dinero (y que normalmente están ganando auténticos e inmerecidos pastones), dejando de ver a amigas, familia y posibles nuevas parejas (aunque esto último tal vez no sea tan malo), arriesgándose a que una llamada de la guardería a las 11 de la mañana acabe con la paciencia, que nunca fue muy numerosa, del jefe, y viviendo en un estado de estrés y depresión continua en la que no se pueden permitir el lujo de caer... Y encima, somos tan idiotas que cuando se nos dice que exijamos más pelas o hagamos valer nuestros derechos nos sentimos culpables... Os juro que tengo una amiga que va a limpiar gratis la casa de su ex, por si no fuera ya suficiente. Es una chica normal, muy maja en todos los sentidos, con un nivel y un coeficiente de inteligencia altos... perdonad la expresión, pero es como para cagarse.

¿Se nota que estoy un poco cabreada?¡Y yo que sólo pretendía disculparme ante los posibles o no lectores de este invento por los largos eones de tiempo imposibles de concebir que hacía que no había actualizado el blog! Bueno, en cualquier caso he llegado a una conclusión. Lo siento por los del encuentro valenciano y todos sus correligionarios y afines, sean de Dios, de Alá, de Mahomá o de Manitú el Grande: para llegar a algo en esta vida se ha de ser un verdadero cabrón, y esto las tías no lo dominamos, qué le vamos a hacer, debe de ser genético. A más cabronidad, más dinero, más reconocimiento social, más amigos. Sí, sí, más amigos: o no me digáis que no tenéis en vuestro grupo al típico bonachón/-a que hace favores a todo el mundo sin que nadie se lo agradezca, y al/a la que cuando un día se le hinchan las pelotas/ovarios y les envía a todos a freír espárragos, resulta que es malo/-a y que hay que pasar de él/ella; así como al/a la hijo/a puta que va siempre a la suya y a quien todo el mundo respeta y no quiere nunca contrariar. Y si aún no os lo créeis, mirad a vuestro alrededor y analizar la relación entre nivel económico-social-de popularidad-de polvos de calidad con el de cabronería de la gente que os rodea y los famosos: observaréis sorprendentes coincidencias.

Si alguien quiere formar el Partido de los Cabrones, me apunto y envío el comunismo a tomar por culo... Sí, ya sé que en el cielo está la recompensa, las valkirias y los valkirios, la paz y la felicidad eterna y todas esas zarandajas. Pero por si acaso.

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