jueves, diciembre 14, 2006

Los dos dictadores, el miedo y el imperio de la muerte

Murió rico, rodeado de su familia y amigos, inmune e impune, convertido en un venerable anciano al que la justicia no se atreve a pedir cuentas.

Al igual que el otro.
El Gobierno de su país fue tibio, sumiso, cobarde; tanto es así que incluso la ministra de Defensa fue a su funeral (para ser abucheada).

Al igual que el del otro, que se niega a anular los juicios sumarísimos del mandato de su dictador, aunque se haya demostrado con creces la inocencia de los acusados.

Mientras tanto, sus víctimas y los familiares de su víctimas, sometidas a torturas sin nombre, cosas que considero puro sensacionalismo detallar aquí pero que hielan la sangre y hacen abjurar de la condición humana, siguen soportando el dolor de la superviviencia, cuando a su alrededor sólo hay muerte y sólo muerte, sin una reparación, sin siquiera una disculpa.

Al igual que, aunque en menor grado, las otras.

Sus partidarios siguen justificando sus acciones como actos puramente en defensa de la patria, supuestamente en peligro (donde dice "patria" leáse niveles de poder y cuantía de las cuentas corrientes del status quo). Se engañan, reimnventan la historia, tienen miedo de aceptar la realidad, de contradecir las enseñanzas recibidas, de abrir su mente, o bien tienen cuentas pendientes con el pasado. Pero ¿cómo pueden justificar el dolor, la sangre, la crueldad sin límites, la lenta muerte, el horror...? Y ¿cómo puede el Gobierno no luchar para abrirles los ojos?

Al igual que los del otro.

Y, después de esto, ¿dónde está la justicia? La justicia está al lado del poder. Siempre. En todas las épocas. Bajo todas las circunstancias. Ellos siempre ganarán y nosotros siempre perderemos.

Aquí y ahora. Allí y mañana.

Pero al menos no les haremos la victoria fácil y cómoda. Quizá nuestro destino sea ser siempre la mosca cojonera de los fachas, intolerantes, injustos y codiciosos que detentan el poder. Pues bien, si eso es lo único que podemos ser, eso seremos.
Siempre.

Etiquetas:

2 Comments:

At 18:05, Anonymous Anónimo said...

¿Y que pasa con los que aguantamos a esos socialistas que venían a liberarnos del largo yermo franquista? ¿también tenemos que odiar a Franco?

Franco lleva ya muchos años muerto para bien o para mal, y ahora no creo que sea él quien está causando los muy serios problemas que tenemos.

Por otro lado me gustaría veros a "las moscas cojoneras" con el poder que tienen los fachas, a lo mejor dabaís el cambio a facha más rapido de lo que creiais y haciais buenos a los de antes.

En una cosa si estoy de acuerdo contigo, en abjurar de la condición humana, pero sin etiquetitas absurdas de fachas y rojos, porque todo ser dotado de poder abusa de él y el que no abusó fue porque no pudo, si los comunistas hubieran ganado la guerra.... ¿sinceramente piensas que habría sido mejor? porque yo la única diferencia que les veo con los fascistas es que perdieron la guerra.

Como dice jose vicente (y Descartes) conviene dudar de todo y eso hago precisamente, y el fascismo hoy día es la progresía, no es Franco, a lo mejor es por eso por lo que tantos nos vamos a grupos patriotas y no porque queramos colaborar con niveles de poder, cuentas corrientes y todo eso.

 
At 14:52, Anonymous Anónimo said...

Dudar de todo, sí. pero razonablemente. La duda absoluta es tan nefasta como la fe absoluta. Lo verdadaremente útil, y sensato, es reírse de todo sin dejar de tomarlo en serio. Es bueno, sobre todo, reírse de uno mismo, de sus propias creencias. Y también reconocer las limitaciones de aquello en lo que crees.

Como dice el buen amigo de José Antonio, desde luego que los socialistas no son la panacea, ni yo pretendo que lo sean, y es muy posible que "las moscas cojoneras", como amablemente llama a la gente de izquierdas, al adquirir el poder llegue a ser más facha que los fachas; de hecho, la historia ya se ha demostrado. Eso no implica que unas ideas que abogan por la justicia social, la igualdad, la paz y la libertad, sean las que yo respete a capa y espada, incluso si muchos de los que dicen defender esas ideas acaban por traicionarlas, y traicionarse a ellos mismos.

Quizá las personas no sean diferente, pero sus ideas sí lo son. Y yo me quedo con los que son capaces de sostener (sinceremente) unas creencias que hablan de justicia social aunque luego no las apliquen al llegar al poder que los jamás las han considerado. Aunque, desde luego, esta no es la solución

 

Publicar un comentario

<< Home