lunes, febrero 13, 2006

Un mundo de caricatura

La historia la conocéis todos: caricaturas insultantes (y religiosamente incorrectas) publicadas en septiembre, repercusiones violentas diferidas hasta hace pocas semanas, llamadas a la libertad de expresión, terreno abonado para el tremendismo sobre la Guerra Santa y el choque entre civilizaciones, para las comparaciones entre culturas.

Pero no nos engañemos. La civilización occidental necesita un enemigo: lo necesita para expoliarle sus recursos, para dar salido a sus empresas de fabricación armamentística, para justificar el mundo unipolar. Que el enemigo sea musulmán es aún mejor: nos ayuda a solidarizarnos con nuestro amigo israelí, nuestro centinela en Oriente, nuestro remanente colonial. Y a veces hay que atizar un poco el fuego.

"Se trata de una provocación consciente y planificada (...). Convocaron un concurso de caricaturas" a pesar de que sabían perfectamente "que la representación gráfica de Mahoma es tabú": así se expresa Günter Gras en la entrevista publicada en El País el pasado 9 de febrero . "Claramente hubo la intención de que las caricaturas fueran una provocación", le secunda Robert Fisk ("El último leño a la hoguera"), publicado en el periódico mexicano La Jornada dos días antes. Pero ¿cóno no pensar que el mundo civilizado se enfrente a una barbarie islámica de proporciones incalculables? La televisión nos obsequia cada día con imágenes donde se aprecian a árabes desatados dando gritos, propinando golpes y quemando todo tipo de cosas. Y como dice Susan Sonntag, la fotografía o la imagen congelan un instante o una secuencia de hechos, eliminando el contexto: no vemos, en esas imágenes, los años de colonización, incluso en algunos casos de bloqueo económico, que han sufrido esos pueblos que ahora se manifiestan, las invasiones, los abusos. Lo relata muy bien Maarten Vanheuverswyn en "Sembrando vientos, recogiendo tempestades", artículo publicado en El Militante el 10 de febrero. "En el mundo islámico existe una gran conciencia colectiva que no ha olvidado las docenas de invasiones extranjeras de los países imperialistas buscando mercados y esferas de influencia. El imperialismo británico saqueó Oriente Medio ya en 1920 y desde entonces su sucesor norteamericano ha continuado jugando al mismo juego de divide y vencerás. El mundo islámico no ha olvidado los cohetes estadounidenses destrozando las viviendas y escuelas palestinas durante años, como no ha olvidado las milicias libanesas promovidas por EEUU dejando su sello en el campo de refugiados de Shabra y Satila en 1982, asesinando y violando a más de 17.000 musulmanes. Nunca se reconciliarán con la ocupación israelí del territorio palestino, la expropiación de los palestinos, los constantes bombardeos y ejecuciones respaldadas por el estado. Estos son sólo unos cuantos ejemplos de las cicatrices que han dejado en las mentes de millones de musulmanes de todo el mundo.".

Y tampoco aceptamos que nuestro tiempo, nuestro modelo, no son los suyos. "Hemos tenido tiempo de pasar el Renacimiento, el Siglo de las Luces (...). El mundo islámico (...) se encuentra en una etapa diferente de desarrollo. Y eso hay que respetarlo", continua Grass. La religión , sobre todo aunque no exclusivamente las religiones monoteístas, continúa siendo el opio del pueblo citando a Marx y a Nietzche. Y siempre las religiones son mucho más dóciles para el poder que las ideologías. El wahabismo de Arabia Saudí (aliado de EEUU), país que suele atizar este tipo de protestas, y sus satélites, es cómodo tanto para los intereses de Occidente como para los intereses del Occidente del Oriente, esas élites postcoloniales de los países del Sur cuyo lujo asiático, su corrupción y su clientelismo necesita ayudas para mantener a sus súbditos en la inopia: léase hambre, leáse guerras, leáse religión, leáse patriotismo, leáse, en nuestro caso, consumismo. En los últimos años, el poder establecido ha conseguido matar las ideologías haciéndonoslas ver como inútiles, secuestrando nuestro deseos de justicia social y mejora individual mediante el suministro de pan (un pan con ingredientes químicos que mejoran su sabor y lo hacen adictivo, de modo que hemos de comer más del que necesitamos) y de circo (un circo basura). A nadie en la cumbre del sistema le interesa que entendamos que las únicas religiones que existen en este mundo son las de los vencedores y de los vencidos, las de los que viven y los que a veces ni sobreviven, las de los que no pueden circular por la vida sin arrollar todo a su paso y los que intentan existir sin interferir en las otras vidas, o a veces sólo con solidaridad. La injusticia social trae la radicalización de posturas: la desgracia, la pobreza, nos lleva a refugiarnos en Dios, en Alá o en las echadoras de cartas, en el fanatismo, en suma. Si ser musulmán está mal visto, entonces la rebeldía hará (ya lo hace desde hace tiempo) que lo guay entre la juventud sea llevar velo y someterse al macho: también, cuando hay carestía, la lucha por los derechos de la mujer se deja en segundo plano. ¿Cuándo se ha respetado tan poco al género femenino como en la actualidad? Ciudad Juárez, asesinatos domésticos en el primer mundo, nuevos conflictos bélicos donde la violación no es un simple (y muy condenable) esparcimiento de la tropa sino una arma de guerra más... Y sólo son ejemplos. Occidente se está fabricando su propio Armageddon.

Pero no os precupéis: no será total. Como en todas las catástrofes, sólo morirán los pobres.

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3 Comments:

At 00:02, Anonymous Anónimo said...

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At 23:07, Anonymous Anónimo said...

no lo se yo no entiendo tanto el ingles

 
At 23:10, Anonymous Anónimo said...

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