viernes, marzo 17, 2006

Malos tiempos para la lírica

Ayer, escuchando en mi cacharro (algunos lo llamarían coche, pero yo soy algo más realista) Radio 3, única emisora donde se oye algo más que sucedáneos de OT, recibí una agradable sorpresa: sonó la canción más representativa de uno de mis grupos preferidos de los ochenta, Golpes Bajos, sí, la que da título a esta entrada. Fue una alegría para mí enterarme de que el líder, Germán Coppini, tiene nueva banda y está preparando un trabajo: tengo prisa en saber con qué nos sorprende este peculiar artista. Aparte de estos minutos de deleite musical y automovilístico, el tema me ha hecho pensar. Evidentemente, son malos tiempos para la lírica. Aunque quizá siempre lo han sido. Y sí lo eran los ochenta, década llena de esperanza, más lo son ahora, cuando todos los buenos propósitos de aquellos años se han convertido en desánimo, rutina, apalancamiento y triunfo de la telebasura y de las hipotecas. Y lo serán más mañana, si continuamos (y continuaremos, si no hacemos algo por remediarlo) en esta loca carrera de autodestrucción, pensando que, parafraseando el dicho, podremos cocinar billetes de euro y aderezarlos con condimento de dólares cuando se haya contaminado el último río, envenenado la última bocanada de aire, agostado el último vegetal y muerto el último animal. Llamarme demagoga, contradecirme, decirme que aún no está todo perdido.

Convencerme de que me equivoco; me gustaría. También son malos tiempos para mi lírica particular. Todos tenemos un destino, como decía Borges, hasta los países. Según él, el destino de Escandinavia es ser el primer lugar en descubrir cosas básicas para la Humanidad pero sin que el resto del mundo se entere, y el de Alemania estar a punto de ganarlo todo y acabar por perderlo todo. Y el mío es que el universo parece estar en contra de que yo llegue a mi realización personal. Os explico. Cuando plegó (es una catalanada, lo reconozco) la revista en la que estaba trabajando, decidí que iba, por una vez en la vida, a hacer una apuesta por mí misma, a dejar de preocuparme por lo que mi familia podría pensar... ayudada, evidentemente, por el hecho de que tenía por delante casi dos años de prestación por desempleo. Y, en lugar de coger el primer trabajo que me saliera, cursé mi máster de cooperación y mi postgrado de conflictos internacionales, con el objetivo de no tener que volver nunca más a la edición de libros y prepararme para denunciar y trabajar por los temas que me preocupan, y también aproveché para escribir mi novela. Claro que hacía, mientras tanto, algunas colaboraciones, para no oxidarme...Y ahora que estoy a punto de acabarlo todo y marcharme a hacer las prácticas (me hace una ilusión tremenda)... me han llamado de una editorial de medicina... Más corrección de libros...Y, con la prestación a punto de acabar y para no arriesgarme... He tenido que aceptar (¿tenido?). Familia presionando para que deje mis locuras y siente la cabeza... El trabajo me lo ha buscado una amiga, y para no decepcionarla...

¡Si sólo se hubieran esperado un par de meses en llamarme!
El curro no está mal: los jefes parecen agradables, el horario interesante (8-17), el lugar de trabajo sólo está a una hora y poco de mi casa (viviendo en un pueblo perdido como el mío esto es menos de lo normal), y mi amiga, que estará trabajando conmigo, es una chica encantadora)...

Debería estar contenta, ¿verdad? Es un trabajo. Con ventajas añadidas. Con un sueldo normal (o sea no excesivamente simbólico), que ya es decir mucho en los tiempo en que estamos, tiempos sin lírica y con reformas laborales y fiscales derechizantes y servicios públicos que agonizan (¿para cuándo la Sociedad Española de Privatizaciones Industriales se cargará el sistema sanitario y escolar estatal, como está haciendo con RTVE?). Mucha gente, lo reconozco, querría estar en mi lugar y quizá me acuséis, con razón, de inconformista.

Pero ¿qué hago con mis aspiraciones?

Se han perdido, de momento. Como la música. Como la naturaleza. Como los servicios públicos. Como la lírica... La lucha, a veces, no es suficiente. Pero es lo único que tenemos. Y, por eso, no voy a renunciar. A pesar de esta pequeña deserción.

En honor a la lírica y a todo lo que ésta implica.

Etiquetas:

1 Comments:

At 00:47, Anonymous Anónimo said...

Interesting site. Useful information. Bookmarked.
»

 

Publicar un comentario

<< Home